Buenos Aires.- La fuerte recuperación de la actividad económica de los últimos años estuvo asociada a un contexto internacional muy favorable y a la competitividad “cambiaria” que generó la devaluación del 2002. Ante la caída simultánea de los precios de las exportaciones y del tipo de cambio real resulta urgente replantear la estrategia. La clave pasa por generar un entorno regulatorio, impositivo y de infraestructura que induzca un salto de productividad. Esta es la manera de iniciar una etapa de crecimiento sostenido con menos dependencia del ciclo económico internacional y menores riesgos de caer en una nueva crisis. Históricamente la evolución de la economía argentina ha estado fuertemente condicionada por el contexto internacional, más específicamente por el nivel de precio de sus principales exportaciones. Precios elevados en los mercados internacionales generan condiciones favorables para expandir la actividad económica interna y con ello mejorar –o al menos distender– la situación social. El proceso inverso se da cuando los precios de las exportaciones pasan a transitar el ciclo depresivo.¿Cómo ha sido la situación de los precios internacionales en las últimas dos décadas? Tomando como referencia el precio de la tonelada de soja, neto de retenciones, con datos del Ministerio de Economía y la Bolsa de Comercio de Rosario se puede observar que:
El promedio de la década de los ’90 fue de U$S 228 la tonelada, con un pequeño boom entre 1996 y 1997 cuando el precio alcanzó los U$S 280 y luego una depresión en 1999 cuando el precio cae a U$S 175.
Entre el 2000 – 2006 el precio promedio de la soja neto de retenciones fue de U$S 173, un nivel por debajo de la década de los ’90 diferencia explicada fundamentalmente por las retenciones.
Entre el 2007 y el tercer trimestre del 2008 el precio promedio de la soja neto de retenciones fue de U$S 283, bastante por encima de la década de los ‘90.
Estas estadísticas sugieren el carácter excepcional del elevado nivel que alcanzaron los precios en el 2007 y en la primera parte del 2008. Con la caída reciente, en octubre del 2008 el precio promedio de la soja neto de retenciones fue de U$S 230, es decir, volvió al nivel de la década de los ‘90. Esto es consecuencia de que los precios siguen siendo muy favorables pero resultan insuficientes para absorber el fuerte impacto que tienen las retenciones que en el caso de la soja llegan al 35%.Entre el 2002 y el 2006 los precios internacionales neto de retenciones estuvieron por debajo del promedio de los ’90. Sin embargo, la rentabilidad de la producción interna fue favorecida por la “licuación” de costos que produjo la devaluación. A medida que los precios internos fueron creciendo, la competitividad “cambiaria” fue desapareciendo. Este proceso fue intenso, pero no tan visible gracias a que en el 2007 los precios internacionales suben muy abruptamente. En la actualidad, con precios internacionales más en línea con los antecedentes históricos se hace visible y palpable en la rentabilidad de los sectores productivos que el modelo de tipo de cambio real alto está agotado.Más allá de la caída, el precio internacional de los alimentos sigue siendo relativamente favorable. El problema es que a U$S 350 la tonelada en el mercado internacional, el precio neto que reciben los productores es similar al de los ’90. Como esto se da con un tipo de cambio real también similar al de la década pasada y con fuerte tendencia ascendente en los costos internos, se generan condiciones propicias para la conflictividad y los fuertes cuestionamientos al nivel de las retenciones.En este contexto, empieza a resurgir la idea de volver a andar los pasos del 2002. La idea básica es que a través de la devaluación del peso sería posible restablecer la competitividad “cambiaria” y de esa forma enfrentar el contexto internacional no tan favorable. Los productores locales recuperarían rentabilidad a través de la “licuación” de costos. Con mayor rentabilidad, el Estado podría seguir recaudando retenciones. Esta estrategia implica reproducir los enormes costos sociales del 2002. Pero, además de ello, en el actual contexto de baja capacidad instalada ociosa y menores niveles de desempleo son muy bajas las probabilidades de evitar que el aumento de la inflación interna rápidamente erosione la mejora que se quiere lograr en el tipo de cambio real.Una respuesta más estratégica sería comenzar a abordar las transformaciones estructurales que necesita el país. El eje básico debería ser apoyar la producción local generando entornos propicios para la inversión y la incorporación de tecnología, sin inflación, con reglas predecibles y ajustadas a derecho, con un fuerte desarrollo de la infraestructura económica y social, y con compromisos sinceros y eficaces con la educación y la formación de la fuerza laboral. Para esto, el Estado debe ser extremadamente cuidadoso con la forma en que recauda impuestos procurando ir eliminando paulatinamente las retenciones y otros tributos altamente distorsivos. También debe ser muy prudente con el nivel y la calidad del gasto público. Generando competitividad “productiva” es como el país tendrá sustento propio para el desarrollo y será menos dependiente de los vaivenes de la economía internacional.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario