Río Cuarto .- Dijo alguna vez a este medio Víctor Flores, que el mayor dolor que puede tener un padre sobre su hijo “no está en el hecho de afrontar que lo perdiste para siempre, sino en la infeliz circunstancia de que te lo arrebataron y nadie se digna a decirte dónde está, dónde lo dejaron”.
Con esa terrible cruz sobre sus espaldas cargaron en estos 17 años, él y su ex mujer, Rosa Arias, por la desaparición del pequeño Alejandro, aquella tormentosa tarde del 16 de marzo de 1991, cuando apenas asomaba con cinco años de edad, jugueteando a casi dos cuadras de su casa en el barrio San Antonio de Padua.
Este martes, la Justicia confirmó finalmente que los restos óseos hallados el 2 de julio pasado en un descampado del barrio Las Quintas se correspondían con el menor de-saparecido por decisión de alguien en todos estos años.
El laboratorio de procesamiento de la Provincia (Ceprocor) concluyó que el ADN determinado en ese frágil esqueleto casi completo, es compatible con el de los padres. Se confirmó así el anticipo que formuló este diario en su edición del miércoles de la semana pasada.
Tras la comunicación oficial del fiscal de la causa, Javier Di Santo, a los abogados de los progenitores, tomó forma toda la conmoción y el dolor entre los familiares, contenida por casi dos décadas, por llegar a un final inevitable, pero que, sin otra alternativa, resultó largamente buscado.
Ahora, la Justicia deberá determinar si el tiempo transcurrido posibilita o no imputaciones. Como se sabe, la hipótesis de que un móvil policial de entonces lo atropelló, sigue siendo la más relevante. Si hasta ha ganado en peso en Tribunales, puesto que en estos últimos días ha sido abonada por testimonios antes silenciados.
Piden un acto de justicia
El padre de la criatura -ahora muerta- dijo que persiguió durante 17 años a cada uno de los autores de la muerte “y en el momento en que me abrieron la puerta supe que eran ellos los que se llevaron la vida de mi hijo”. “Sinceramente, me gustaría que quienes mataron a mi hijo dieran la cara y ver cómo le hablarían a sus hijos después de lo que hicieron. Que pidan perdón después de tanto tiempo. Todo en esta vida se paga”, se descargó.
Afectado como nunca antes lo había demostrado, Víctor Flores enfatizó que “todo debería haber terminado antes pero el anterior fiscal era de lo peor”, en clara referencia a la dudosa actuación del ex fiscal de Instrucción, José Luis Cerioni. Acerca de lo que puede ocurrir de aquí en más, avizoró que “ahora empieza otra etapa para tratar de condenar a los culpables que es lo que también nos interesa”. Subrayó que él pudo hablar con cada una de las personas que mataron a Ale, y ahora es el turno de la Justicia, tiene que ponerse del lado de la gente común”.
A su turno, la madre de Ale, muy afectada por la confirmación judicial, apenas manifestó que “siempre lo esperé con vida a mi hijo y no estaba preparada para esto” (por la muerte del menor). Rosa Arias acotó que permanentemente “me hacía la película de que (Ale) iba a volver cuando fuera más grande. Cerioni (por el anterior fiscal) me decía que estaba vivo”. Al final, no dejó de reclamar que “los culpables terminen entre rejas”.
El móvil policial
¿Qué le ocasionó la muerte a Alejandro? El informe de los forenses confirmó que la muerte de la criatura a la que pertenecen los huesos encontrados se produjo por un fuerte traumatismo torácico. Claro está, esta definición apuntala con más fuerza la hipótesis de lo que habría sido un accidente por el impacto de un automóvil.
Por los datos que fueron apareciendo en los últimos dos años, quedan pocas dudas que un móvil policial de entonces lo atropelló. Debería probarse ahora que aquellos efectivos de turno escondieron el cuerpito para enterrarlo después.
Hasta la víspera, investigó el fiscal la desaparición del niño. Ahora, con la confirmación de su muerte tras la aparición de sus restos, deberá abocarse a definir si puede avanzar en la determinación de responsabilidades.
En la causa no hay imputados, pero el avance que se ha logrado ha sido de suma importancia ya que los datos brindados hace mucho por el policía retirado, Jorge Muo, indicaron que estaba en lo cierto: que el cuerpo del niño fue enterrado al lado de una alcantarilla al oeste de la ciudad.
En los primeros días de julio, personal de un camping que trataba de hallar elementos que le habían robado la noche anterior, encontró el cráneo de un pequeño a ras del piso, al lado de lo que fuera una antigua alcantarilla. Hoy, se sabe, al fin, eran de Ale.
A partir del hallazgo de los restos, se reactivó la investigación en la que anteriormente se habían dispuesto excavaciones en distintos puntos de la ciudad. Así, Víctor Flores, el padre del menor, pudo reactivar su hipótesis de años: “Fueron tres policías los que atropellaron a Ale y al ver que estaba muerto lo enterraron, pero además contaron con la ayuda de algunos encubridores, como la enfermera que lo vio, la cúpula policial de ese momento y hasta el fiscal que investigó el caso al principio”, dijo una y mil veces.
Flores aseveró en la Justicia y en los medios, que hubo distintas versiones pero la más certera es que un móvil policial, que habría estado conducido por Jorge Avila (hermano del subjefe de la Policía de Río Cuarto en ese entonces, Mauro Avila), junto a Mario Gaumet (retirado) y Daniel Funes (en actividad, en Córdoba), atropellaron a mi hijo”.
Denunció que “ellos contaron con el apoyo del jefe de la Policía local de esa época, Tobares, porque a los dos días de la desaparición ya sabían lo que había pasado en detalle y lo taparon».
Fuente: La Mañana
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