Buenos Aires.- La economía argentina apagó uno de sus motores justo cuando el proceso de recuperación y posterior expansión, abierto tras la crisis de 2001/02, más necesitaba de ese empuje. La restricción crediticia es generalizada, según confirman las últimas cifras y testimonian los empresarios.
Desde hace un mes, la actividad económica prácticamente se quedó sin financiación bancaria y de mercado en momentos en que una baja en la tasa de rentabilidad de las empresas hace imposible suponer que se repita un proceso de reinversión de utilidades como el observado entre 2003 y 2005, para suplir esa fuente de recursos.
Y, por si fuera poco, comienza a escasear la financiación comercial.
"La mayoría de los bancos recortó el monto de los adelantos preacordados por cuenta corriente en un 20 por ciento y, paralelamente, aumentaron fuerte las tasas de interés por este tipo de financiación. Hay menos fondos disponibles y en peores condiciones en un momento en que la cadena de pagos empieza a crujir: si lo usual en 2007 era cobrar a los 30 días, ahora no lo hacés antes de los 60, y comienzan a ser moneda común los cheques rechazados", describió a LA NACION Francisco dos Reis, presidente de la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme) y dueño de una fábrica de cilindros para la industria gráfica.
Ya había desaparecido el crédito para inversión una vez que la inflación licuó la esperanza de dar con una moneda confiable para el largo plazo. El único oferente relativamente activo es el Banco Nación, un beneficiario directo del superávit fiscal del Estado Nacional. Pero es una entidad que no se caracteriza por su dinamismo en el desembolso de créditos.
El problema es que ahora hasta se hace difícil conseguir financiación para capital de trabajo, es decir, para mantenerse en actividad.
"Hace un año y medio una empresa mediana -como la nuestra- pagaba 14 a 15% anual por un descubierto de corto plazo. Tras la crisis del campo, se había ido a 20/24% y hoy oscila entre 37 y 40%", describió el empresario Guillermo Dietrich (h.), uno de los titulares de la red de concesionarios de automotores homónima. "¿Qué hacemos? Vendemos stock para cancelar deuda porque estas tasas son inviables, por eso se van a ver ofertas. Pero lo que hay que entender es que ni los negocios ni la economía funcionan sin financiamiento", apuntó.
La caída del crédito ya se ve reflejada en las estadísticas oficiales. El último informe monetario del Banco Central permitió comprobar que, durante octubre, el stock de adelantos al sector privado (la línea más ágil y, por lo mismo, de rápida adecuación a las condiciones generales de mercado) se contrajo 7,1%. Los bancos, que habían confiado financiamiento por $ 17.018 millones por este concepto hasta fin septiembre, lo redujeron hasta los $ 15.818 millones 30 días después, esto es, retiraron pesos del mercado.
La conducta de esta línea crediticia es considerada por los analistas predictiva del comportamiento general de la oferta de financiamiento bancario. Y el cuadro de situación ya es complejo.
Los bancos no prestan porque no quieren arriesgar fondos en tiempos de una brusca caída en los depósitos. En octubre perdieron más de $ 7100 millones en depósitos privados, de los cuales casi $ 3000 millones eran plazos fijos, por la competencia "desleal" que les planteó la suba del dólar.
No quieren exponerse a situaciones de iliquidez en un país que tiene fresca la experiencia (trauma, para mejor decir) del corralito. Puestos en guardia frente a esa sangría, por las dudas comenzaron a retirar fondos de mercado actuando por dos vías: desalentando las colocaciones por la vía del precio (aumento de tasas) y desactivando o cuotificando los préstamos.
"Es una pésima noticia para una economía que ya quedó entrampada en una dinámica complicada de desconfianza que se refleja en el creciente número de argentinos decididos a pasar sus ahorros a dólares [por más que el Gobierno se ilusione con parar esa sangría con controles], lo que dispara un fuerte aumento en las tasas y hace y hará más brusco el freno en el nivel de actividad", opinó el economista Javier González Fraga.
Ola de suspensiones
"Lo más preocupante es que esto ocurre cuando la parálisis va ganando la economía, como quedó reflejado en los últimos días con la generalizada ola de suspensiones o despidos. Además, la respuesta del Gobierno es inadecuada porque la intervención en la plaza cambiaria da un mensaje que agrega incertidumbre. La gente tiende a pensar que si lo hace es porque alguna variable se le está a punto de escapar. Así genera más desconfianza", coincidió su colega Rodrigo Alvarez, de la consultora Ecolatina.
La inquietud respecto de la oferta de crédito se acrecienta porque no hay agente económico que no sepa que el mercado internacional está vedado por la crisis global. Que lo digan si no los bancos locales, que vieron recortadas un 12,9% sus ya escasas líneas comerciales externas en sólo un mes.
Además, el mercado local de capitales perdió volumen y opciones y se restringirá aún más por la próxima desaparición de las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP).
Durante octubre el financiamiento a empresas a través de distintos tipos de emisiones de deuda disminuyó 22,6% respecto del mes anterior y 64% respecto de igual mes de 2007. Así, el total de fondos que las empresas lograron captar por esta vía (unos US$ 3500 millones en los 10 primeros meses del año) fue 43,8% menor que el que habían obtenido en igual período de 2007.
Para el economista Jorge Colina, del Instituto para el Desarrollo Social Argentino, la estatización de las AFJP puede repetir un fenómeno de los 90. "El Estado desplazando del mostrador de los créditos a los privados, repitiendo el crauding out ", dice apelando a la jerga financiera. Calcula que en 2009 les quitaría unos $ 2000 millones en financiaciones a empresas y consumidores, sobre el flujo anual de $ 15.000 millones en aportes que está a punto de recibir.
Javier Blanco LA NACION
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