Buenos Aires.- El cultivo de colza ha venido expandiéndose como alternativa invernal durante las últimas campañas. Marcelo Palese, del departamento técnico de Nidera Nutrientes, ofrece aquí algunas recomendaciones para el correcto manejo nutricional de la oleaginosa.
A nivel mundial, la colza es la segunda oleaginosa en importancia después de la soja. En nuestro país se conoce desde la década del ‘30. En esa época se comercializaba con el nombre de nabo y tanta era su difusión que figuraba su cotización oficial en la Bolsa de Cereales. Desde entonces a esta parte, el país pasó de procesar unas 40.000 toneladas en la elaboración de aceite, hasta prácticamente su desaparición de los campos argentinos.
Desde hace algunas campañas, el cultivo ha comenzado a recuperar escala. Algunas de las razones de esta nueva etapa de crecimiento se encuentran en tecnologías que mejoran las posibilidades de manejo de la oleaginosa, en la iniciativa de semilleros e industria aceitera que han desarrollado propuestas de comercialización para extracción y molienda disminuyendo significativamente los problemas de comercialización y, por último, la búsqueda de opciones productivas al trigo, complicado por el clima y las regulaciones comerciales.
En la última campaña (2007/08), según datos de la Secretaría de Agricultura nacional, fueron sembradas con colza un total de 14.556 hectáreas, un 40 % más que la campaña anterior, con una producción total de 21.240 toneladas, un 81,8 % por encima de la última campaña, y un rendimiento promedio de 1543 kg/ha.
Con 7200 hectáreas, la provincia de Buenos Aires es la región que lidera la siembra de la oleaginosa. Le sigue La Pampa, Córdoba, Entre Ríos –que ha comenzado a incorporar el cultivo en las últimas dos campañas- y en menor medida Santa Fe.
Buena parte del resurgimiento del cultivo se debe al acompañamiento tecnológico en el que están trabajando las empresas, en busca de mayores rindes y calidad de aceites y harinas.
Según el especialista en nutrición de Nidera Nutrientes, Ing. Marcelo Palese, el manejo nutricional es una de las claves para el éxito de la oleaginosa.
Según el técnico, la colza se adapta a distintos tipos de suelo, sin embargo la preferencia para un correcto “anclaje” de raíz es que sean profundos, lo que redundará en una adecuada transferencia de agua y nutrientes hacia la parte aérea y la mayor carga en silicuas. Además, deben evitarse medio-ambientes suelo de escaso a nulo drenaje o con déficit de estructura coloidal o de oxigenación restringida.
Palese sostienen que el cultivo de colza se destaca por la capacidad de adaptarse a diversidad de ambientes y por una tasa alta de extracción de nutrientes.
“Una auditoría de suelos es indispensable para un correcto balance, para ello el análisis de la muestra precederá a una adecuada formulación de mezcla de nutrientes para el inicio exitoso del cultivo”, sostiene el técnico de Nidera Nutrientes.
Es prioritario en sistemas de alta producción –cuando las variedades son exigentes- atender las necesidades del cultivo y la reserva de suelo físico-nutritiva, a vistas de mediano plazo.
Palese detalla entonces que la necesidad de nutrientes cada 100 (cien) kg. de grano son:
Para nitrógeno de 5,2 kg.
Para fósforo (P2O5) de 2,8 kg.
Para sulfatos de 4,3 kg.
El fósforo deberá aportarse a la siembra excepto los casos de necesidad de superar niveles de crónica disponibilidad de origen, acudiendo a aplicaciones masivas previo a la instalación del cultivo y, complementando aplicación a la siembra al costado y por debajo de la línea.
Para el éxito en la respuesta del nitrógeno, éste nutriente podrá ser aportado en una fracción menor de la totalidad al arranque del cultivo, debiendo prever aplicaciones en el estado de roseta.
En ese orden, el azufre es determinante y como sigue la curva del anterior nutriente, es en el estado de floración la coincidencia de máxima demanda, debiendo tener en cuenta que el azufre no se re-transloca desde las hojas viejas, manifestando carencias en la parte superior de la planta.
El boro, denominado el “cuarto elemento”, se manifiesta como el azufre con un amarillamiento entre nervaduras y es poco móvil en la planta.
A la hora de las recomendaciones, Palese detalla las fuentes adonde recurrir para satisfacer las necesidades nutricionales de esta oleaginosa.
En lo que hace a Fósforo, las mezclas Pampero fueron concebidas para cubrir la demanda de niveles críticos de éste nutriente, que asimismo es acarreador de otros nutrientes. Tal concepción tiene su fundamento en la previa determinación en inventarios de perfil de suelo regional.
Otro material que cubre los objetivos es el fosfato mono-amónico azufrado (MAP-S: 14-34-00+10S), excelsa mezcla para diversidad de ambientes.
En Nitrógeno, la aptitud de uso de éste elemento está ligada a las formas de presentación como nítrica o amoniacal o ambas. Para ello se puede acudir a: Labrador o Labrador-S, o Nitromix-Granulado o fuentes uréicas.
Por su parte, el azufre, al ser de alta incidencia en éste cultivo, podrán ser considerados el Azugran (con 18% de azufre), o el Sulfato de Amonio (21-00-00+24S).
Por último, el Boro presenta distintas concentraciones desde el 10% al 20% y pueden ser acarreados por los iniciadores de cultivo como los Pampero o MAP-Azufrado.Para Palese, los Diagnósticos Foliares son una herramienta que se puede utilizar para realizar monitoreos más estrictos de la evolución y trans-locación del o los nutrientes minerales, debiendo obtener muestras de tejido previo a la floración, obteniendo valores que permitan determinar los niveles críticos y alcanzar una complementación del nutriente a nivel foliar.
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