Buenos Aires.- No hay consensos respecto a un eventual punto de inflexión en la crisis económica mundial: subsisten problemas, principalmente en el sistema financiero americano. No obstante, los valores de las commodities son buenos, en la comparación histórica. Hasta la aparición del problema de la gripe porcina, los precios del aceite de girasol tenían una franca mejoría. Todos los valores locales han aumentado en las últimas tres semanas, pero aún reina una fuerte incertidumbre política y económica sobre la campaña 2009-2010.
Informe del Lic. Jorge Ingaramo, economista asesor de la Asociación Argentina de Girasol (ASAGIR).
Los precios de las commodities venían mejorando ostensiblemente, claro que desde niveles bajos, en el caso del petróleo. Los valores al cierre de la semana pasada, derivados probablemente de la mayor precisión sobre la menguada cosecha de soja del Hemisferio Sur, son muy buenos, si uno los compara con la serie histórica de los últimos diez años (excluido el período de la burbuja) ajustado por inflación.
Lamentablemente, la aparición de una eventual pandemia de gripe porcina ha producido bajas sensibles, que afectaron prácticamente a todos los agroalimentos. En el caso particular del aceite de girasol, había superado los U$S/tn 900 en Rótterdam, para todas las posiciones de 2009, con una tendencia a subir hacia fin de año. El cierre del martes 28 muestra el efecto de la mencionada alarma que, indirectamente, también afecta a nuestro producto: cotizó a U$S/tn 875 para abril-junio y U$S/tn 890 para octubre-diciembre. Las primas con respecto al de soja son del 9 y 5,3%, respectivamente, en tanto que comparadas con el de canola, llegan al 6,7 y al 2,8%, para contratos similares. Como se ve, las primas tienden a caer hacia fin de año, probablemente por un relativo optimismo en la Unión Europea, respecto de las cosechas de girasol y colza.
A nivel del mercado local, en las últimas tres semanas, todos los precios relevantes han tendido a mejorar. En primer lugar, acompañaron la suba internacional. En segundo lugar, respondieron indirectamente a una fuerte caída en la estimación de la cosecha de soja sudamericana y, afortunadamente, no se han visto menguados por las noticias con respecto a la gripe porcina.
Los precios FOB fijados por la Secretaría de Agricultura de la Nación son de U$S/tn 782 y 120 para aceite y pellets, respectivamente (765 y 366 para similares productos, derivados de la soja). Es evidente que la industria tendrá menos producción de soja para moler y que la reciente medida oficial de desalentar la importación temporaria, principalmente de Paraguay, hará que las plantas aceiteras usen una parte muy limitada de su capacidad y/o se vean inducidas a los ajustes técnicos requeridos, en los casos de que tengan aptitud para moler también girasol. En este marco, desde la segunda semana de abril, el precio disponible pasó de U$S/tn 175 a 193 (28/04). La industria y la exportación pagan $/tn 715 tanto en los puertos del Paraná como en los del Sur de la Provincia de Buenos Aires y apareció una primera cotización a futuro, para marzo de 2010, en U$S/tn 215.
Hay muchas dudas, al no haber estadísticas oficiales, sobre el volumen que finalmente ha tenido la cosecha que concluye: el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos publicó que sería de 2,5 millones de toneladas, mientras que la Bolsa de Cereales señaló que ya habían sido recolectadas 2,9. Todo indica que la cifra se encuentra entre estos dos parámetros, aunque es difícil precisar su valor definitivo.
La incertidumbre electoral y la derivada de las posibles consecuencias de su resultado, en materia de política económica, generan dudas sobre lo que ocurrirá en la campaña 2009-2010. Los productores recién comienzan a ver una mejora en los precios del disponible; los costos han bajado pero son todavía incompatibles con la política oficial de mantener retenciones del 32% para un cultivo como el de girasol, de alto impacto en economías regionales importantes y que ha sufrido, de manera dramática, contingencias climáticas que han derivado en fuerte descapitalización, sobre todo en pequeños y medianos productores. Urge, por ende, la reconsideración de la política oficial y la aparición de señales concretas, ya que estamos a un mes del inicio del nuevo ciclo.
¿Punto de inflexión?
Se debate, sin llegar a conclusiones precisas, cuán cerca o lejos se encuentra la economía mundial del inicio de su fase de recuperación. Hay, por una parte, algunos síntomas positivos, tales como la recuperación de la actividad del mercado inmobiliario en los EE.UU., principalmente para las viviendas usadas; o la puesta en marcha de la asistencia crediticia asignada al FMI, en la Reunión del G-20 en Londres (de hecho, México, por ejemplo, recibió 47000 millones de dólares, que le permiten consolidar su posición de reservas y no afectar en demasía su comercio con el mundo).
Pero, por otro lado, las mejoras en los valores accionarios en las principales plazas mundiales se interrumpieron o dejaron de ser generalizadas. Todavía los inversores que ganaron con la crisis, que los hay (y en magnitudes importantes), no se han volcado a la compra de papeles que anticiparía una recuperación nítida, para aquellos sectores críticos: bancario y automotriz en los EE.UU. Quiere decir que la inyección de liquidez, que evitó la caída de los bancos y otras empresas, no redundó en una menor tasa de interés que habilitara tanto la recuperación del crédito para el consumo, como el aumento en la demanda de activos, con la consiguiente mejora en sus precios.
En resumen, subsisten las dudas y ellas se sitúan precisamente en el corazón del sistema financiero americano, destino privilegiado de las diversas políticas “activas”, que aún no han logrado cambiar el humor del mercado. Probablemente continúe la sospecha sobre el carácter insalvable de algunos activos o garantías representativas de créditos, cuya “digestión” en los balances bancarios demorará un tiempo o exigirá decisiones más drásticas.
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