Buenos Aires.- La yerba mate se cultiva principalmente en Misiones y norte de Corrientes donde existen más de 200.000 hectáreas plantadas con yerba. Desde Yara Argentina afirman que con una estrategia de nutrición integral un lote de yerba que produce actualmente 5.000 kg/ha puede llegar a producir más de 8.000 kg/ha.
Aunque los yerbales sean considerados endémicos en la zona norte del NEA, y aunque muchos productores los cultiven con técnicas y criterios tradicionales, la planta de yerba puede aún dar un salto profesional productivo en sanidad de plantas y hojas, y sobre todo en el incremento de producción. El árbol recién plantado exige cuidados que van desde el mantenimiento sanitario, control de malezas y fertilización, hasta las podas de formación y despunte. Un yerbal comienza a producir entre el 2° y el 4° año desde la plantación, realizando un correcto mantenimiento expresa su máximo potencial productivo entre el séptimo y el octavo año, y en general su ciclo de vida oscila de entre los 25 y 30 años.
Una plantación de yerba necesita reservas de nutrientes todos los años. Si no se fertiliza un año, al año siguiente el árbol tomará energía de sus reservas, lo que llevara a generar un árbol débil, a disminuir la producción y finalmente a reducir la vida útil de la plantación. Para comenzar a pensar en una estrategia de reposición y administración de nutrientes es necesario empezar por los suelos.
Los suelos rojos:
En la zona de cultivo de yerba mate hay principalmente dos suelos, conocidos como: rojos profundos y toscosos. Los dos son suelos rojos, en general con contenidos elevados de arcillas y altos niveles de minerales de hierro y aluminio.
La región se caracteriza por tener un régimen de lluvias elevado y de gran intensidad, lo que contribuye a que sean suelos “lavados” respecto a su contenido de nutrientes básicos como Calcio, Magnesio y Potasio. Suelen tener pH de 3,5 a 5,5 bajo condiciones de cultivo prolongado, y con escasa reposición de nutrientes vía fertilización. Estos valores de acidez son críticos para la supervivencia de la mayoría de los cultivos, pero son tolerados por el árbol de yerba mate.
Problemas de fósforo y nitrógeno:
Otro de las variables a conocer es que estos suelos poseen escaso contenido de fósforo y baja concentración de este elemento en la roca madre que originó el suelo. A su vez, el fósforo está poco disponible para la nutrición de las plantas, debido al bloqueo que produce la acidez y el contenido de arcillas en estos suelos. Esto explica la baja eficiencia de la fertilización fosforada y la necesidad de aplicar grandes cantidades para obtener respuestas productivas. Otro nutriente con problemas en estos suelos es el nitrógeno que tiene un ciclo muy dinámico y su disponibilidad se ve afectada por la temperatura, humedad, ph, presencia de malezas,etc.,
Por todo esto es fundamental la elección del fertilizante a aplicar y el manejo de la fertilización en este nutriente, ya que su eficiencia de uso y el retorno económico de lo invertido son puntos claves en el costo final de la tn de hoja verde.
Un correcto análisis de los nutrientes presentes en el suelo es el punto de partido para diseñar un correcto manejo nutricional del cultivo. Actualmente los especialistas de Yara en conjunto con los técnicos del de INTA y del INYM (Instituto nacional de yerba mate) realizan un trabajo de concientización del productor en este sentido.
Nutrición de plantas:
Se debe considerar que la yerba mate es un cultivo perenne eso implica requerimientos de nutrientes para mantenimiento de la estructura del árbol en épocas de reposo, y requerimientos mas elevados a partir de la brotación y producción de hojas. Es por esto que un yerbal necesita reposición de nutrientes al menos una vez por año, todos los años.
Existen parámetros básicos que indican que el nivel de extracción de los tres principales nutrientes por tonelada de hoja verde es, aproximadamente, de 10 kg de nitrógeno, 2 kg de fósforo y 8 kg de potasio.
Los esquemas de fertilización se deben adaptar a cada plantación y cada productor. Sin embargo los técnicos de Yara Argentina recomiendan una estrategia relacionada al esquema productivo del año contemplando que la cosecha de la yerba mate se puede extender en un rango de hasta 10 meses, entre abril y septiembre. Y si tiene que pensar que es una planta que tiene que acumular reservas, lo ideal es fertilizar luego de la cosecha, cuando todavía hay temperatura, eso sería en otoño, para que la planta pueda tomar el nutriente y acumular reserva. Al siguiente año se recomienda fertilizar durante
la primavera para que la planta comience el rebrote en condiciones óptimas. Si es necesario se puede hacer un complemento con nitrógeno entre febrero y abril.
En los ensayos realizados por Yara junto a técnicos del INTA Cerro Azúl se utilizó YaraMila Nitrodoble, una fuente nitrogenada muy completa que no produce acidez y mejora notablemente la perfomance de los cultivos por que contiene el 50% de su nitrógeno como Nitratos.
Hace muchos años que los productores vienen fertilizando exclusivamente con nitrógeno, por eso los especialistas recomiendan trabajar con la idea de que todos los nutrientes son importantes y que es necesario incorporar dentro del esquema los nutrientes mayores como son fósforo y potasio dentro, pero incorporando esos elementos con fuentes de nitrógeno como Nitrato.
Muchos productores están también comenzando a utilizar mezclas físicas de nitrógeno, fósforo y potasio, poniendo como fuente nítrica Yaramila Nitrodoble que tiene dos ventajas principales: no se volatiliza y no acidifica. En cambio los nitrógenos provenientes de urea tienen niveles de volatilización muy altos en los meses de verano por causa de temperatura y la humedad de la zona, generando una perdida económica “invisible” pero muy importante, lo que genera además un incremento de la resistencia del suelo a entregar otros nutrientes. La acidez afecta la absorción de nutrientes importantes como son fósforo, potasio, magnesio, calcio, que son todos elementos que estos suelos tienen en poca cantidad y que la planta necesita en grandes cantidades.
En las producciones en las que se está trabajando en un año normal se puede estimar una cosecha cercana a los 7.000 kg de hoja verde por hectárea. Incluso hay lotes de 10.000 kg por hectárea. En definitiva en un lote que produce 5.000 kg, tranquilamente, con un esquema bien planteado, se puede llegar a los 8.000 kg.
viernes, 14 de agosto de 2009
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